La magnitud de la crisis económica está por verse en su verdadera dimensión. ¿Una recesión en EE.UU. y/o en Europa y/o una desaceleración grande en China? Brasil está en alerta.
Por Redacción PODER
“Lo que estamos tratando de hacer este año es ni siquiera entrar en la crisis, pararla en la puerta. ¿Es difícil? Es difícil. No somos inmunes, no somos una isla… Es obvio que la crisis ha tenido un efecto. El objetivo principal en este momento es garantizar que seamos capaces de contener los efectos perversos de una crisis que no creamos y que podría golpearnos”.
La frase es de nadie menos que de la presidenta de Brasil, Dilma Ruseff, país que hace una década iba a Washington a pedir ayuda y que hoy es considerado como el único de la región con una capacidad propia de resistir una crisis de grandes proporciones: tiene US$200.000 millones en reservas y posee US$250.000 millones en bonos del Tesoro de EE.UU. Después de China, con 1,2 billones, y de Rusia, con 800.000 millones, la nación suramericana es la mejor dotada.
No ha habido posición más contundente que la de Ruseff, luego que Morgan Stanley redujo su estimativo de crecimiento para Brasil al 3,7% desde 4%, y lo puso en 3,5% para el 2012, más del 1% por debajo de la proyección inicial. Y de acuerdo con el periódico Valor Económico, el Gobierno alista su propia revisión.
Brasil está pagando el manejo expansionista dado a la crisis de hace tres años. La inflación, superior al 7% anual, y una fuerte presión sobre las cuentas públicas hacen que el Gobierno de Brasil no tenga mucho margen a su disposición para estimular a la economía.
Otros países, como México, también están haciendo ya sus propios cálculos, después de que el Instituto de Estadísticas dijera hace una semana que la actividad económica del país se contrajo un 0,21% en junio y el PIB solo estaría creciendo a una tasa anual del 3,5%.
Los analistas de la economía de México son muy cautos. Descartan que el reciente recorte de la nota crediticia de EE.UU., el mayor socio comercial de México, tenga un impacto negativo en la calificación crediticia mexicana, pero advierten que aunque la economía aún está creciendo, el panorama es más incierto.
“El problema de México es que dependemos de las exportaciones hacia EE.UU. Si las exportaciones bajan, la derrama interna se colapsaría, lo que afecta a todo el resto, tal y como ocurrió hace dos años. Uno de nuestros problemas radica en que hemos aceptado este binomio como obvio y, además, pernicioso”, llamó la atención el economista Luis Rubio, del Centro de Investigación para el Desarrollo de ese país.
Los demás países no han dicho mayor cosa. En el caso colombiano, la junta directiva del Banco de República decidió parar su política de aumento de tasas de interés, alegando prudencia, “teniendo en cuenta la alta incertidumbre en los mercados internacionales y su potencial efecto negativo sobre el crecimiento de la economía mundial en general, y de la colombiana en particular”.
El Gobierno sigue siendo optimista, aunque de pronto con exageración. Para el exjefe de Planeación Nacional, Armando Montenegro, “no será posible que Colombia tenga en el 2012 un desempeño tan dinámico como el que se ha observado en estos meses. Esto debe ser incorporado a las cuentas de las empresas y al mismo gobierno”.
El presidente colombiano, Juan Manuel Santos, ha adoptado una estrategia más política al instar a los países de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) a tomar medidas conjuntas lo antes posible para afrontar el coletazo de una nueva crisis económica a nivel mundial.
Ante el escenario económico “cada vez más confuso y volátil”, la región “no puede mantenerse como espectador indiferente, porque todo lo que está sucediendo nos afecta de forma grave… América Latina debe jugar un papel importante y hacer valer sus derechos y sus opiniones porque no se trata de confrontar, sino de ayudar para que el mundo como un todo tenga una economía más estable”, pregona el mandatario en sus visitas al exterior.
Pronóstico sencillo
Para la gente del común, que es casi el cien por ciento, la crisis que vive la economía mundial, en particular EE.UU. y Europa, aparece como un tema lejano, sofisticado y de interés para los expertos y los políticos.
Quienes piensan así porque no sienten los problemas en su vida diaria y a corto plazo, hay que advertirles que pueden estar equivocados, y no tanto porque la economía colombiana vaya entrar en recesión en los próximos meses. Lo que pasa es que los países no viven en una cápsula a la que no le afectan los fenómenos internacionales. Hoy, el mundo es global, que no es otra cosa que interdependiente.
En esos términos, la indiferencia no parece ser la mejor consejera. La caída de los precios de la Bolsa de Valores de Colombia de 6 a 7 puntos en menos de 45 días y una disminución del 15% en lo que va de este año, no es para quedarse con los brazos cruzados.
La explicación se puede hacer sencilla, arrancando con lo ocurrido el pasado 2 de agosto, cuando después de varias semanas de discusiones entre los republicanos y los demócratas, los partidos mayoritarios en EE.UU., se autorizó al Gobierno de Barack Obama para que se siguiera endeudando para financiar buena parte del gasto público.
La verdad es que no había otra salida que la autorización finalmente dada, más teniendo en cuenta que el “techo” de deuda (US$14,29 billones) ha sido aumentado 10 veces en la última década, sin que se generara problema político alguno. La dificultad de ahora radicaba en el desacuerdo entre los republicanos y demócratas por un asunto que iba más allá que organizar las finanzas públicas, pese a que esta era la razón pública central de la discordia, era la bronca política entre los dos partidos por la sucesión presidencial.
Al final, se llegó a un acuerdo, pero EE.UU. quedó muy debilitado y su capacidad para arreglar los problemas dejó una herida de curar. El mismo presidente Obama lo reconoció en su discurso de la primera noche de agosto: “Los inversores en todo el mundo se preguntarán si merece seguir apostando por EE. UU.”.
El liderazgo de mandatario norteamericano también se ha afectado, en el entendido de que por tradición el mandatario no solo cuenta electoralmente en el país, sino que es factor clave en la atención de problemas en todo el mundo.
“Si la clase política se comporta de esa manera en un asunto trascendental para sus propios intereses, ¿se le puede dejar en sus manos decisiones cruciales para la estabilidad internacional?”, es la incógnita que rondará por mucho tiempo fuera del país.
Y mientras sucedía esto en EE.UU., en el Viejo Continente se estaba gestando una crisis de proporciones no menores y cuya solución parece haberse demorado demasiado.
Grecia entró en crisis económica desde hace dos años, y las discusiones entre los países de la Unión Europea se centraron en juzgar la supuesta irresponsabilidad del Gobierno de ese país y no en encontrar salidas contundentes. Luego, el problema se extendió a Irlanda, España, Italia y Portugal. Solo Alemania y, en menor medida, Francia parecían estar con algún tipo de salvavidas.
La semana pasada ocurrieron dos hechos que precipitaron una caída drástica de las bolsas de valores: el banco Morgan Stanley anunció una posible recesión en EE.UU. y Europa alegando “decepcionantes” datos económicos; además, la Reserva Federal advirtió sobre problemas en el sistema financiero del país, en particular en los bancos de EE.UU. que operan en Europa. Las bolsas se derrumbaron como nunca, y las acciones de bancos y empresas se depreciaron sin consideración alguna.
Ante la duda…
Nadie sabe con exactitud lo que le va a pasar a la economía de EE.UU. y a la de los países más avanzados, como Alemania, Gran Bretaña, Japón y Francia. Por ahora, lo que se sabe es que su crecimiento no pasará del 1% en este año. China, por su parte, crecerá el 9%, lo cual coloca a este país en la antesala de convertirse en pocos años en la primera economía del mundo.
¿Qué puede ocurrirnos? Los especialistas dicen que preocupaciones evidentes:
› Los bonos del Tesoro de EE.UU. son los más apetecidos del planeta y si en un momento dado no hay con qué pagarlos, se generará una gran crisis de confianza. Esta se gana con el tiempo y se puede perder en un instante. Esto genera temor, y cuando las personas actúan con temor, tienden a mostrar comportamientos instintivos de “manada”.
› El dólar es el patrón de cambio en el mundo, y si pierde su poder, las otras monedas se revalúan y eso, para el comercio de la región, incluyendo a Colombia, no es bueno. El país vende alrededor del 50% de sus productos a la potencia del norte.
› Una mayor devaluación del dólar induce a un incremento en la inflación en EE.UU., y el paso siguiente es el aumento de las tasas de interés, lo cual encarece la deuda externa de nuestros países. No hay que esperar por un largo tiempo una tasa de cambio superior a los $1.800.
› Si el Gobierno de EE.UU. tiene que ajustarse el cinturón, restringe el gasto y puede venir una recesión, que implica menores exportaciones hacia ese país. Nuevamente, Latinoamérica estará presente. Y Colombia ahí.
El ministro de Hacienda, Juan Carlos Echeverry, ha sido muy prudente en sus declaraciones sobre el tema y no ha exagerado al hablar de que la economía nacional está ajena a la crisis internacional, y más bien la recomendación que dio ha sido de sentido común: tener cuidado con los gastos y más bien ahorrar.
Y el Banco de la República ha decidido mantener los niveles de las tasas de interés para que no se introduzca un elemento más que pueda estimular la caída de la economía.
Aunque sea todavía muy prematura para sostenerlo, el caso de China requiere una revisada. Morgan Stanley estimó que ese gigante país crecerá un 8,7% en el 2012, mientras que la India lo haría al 7,4% y Rusia, al 5,2%. Si eso pasa, el asunto es manejable. Pero si la economía china se desacelera más, hasta un 4% o 5% de crecimiento, América Latina se vería duramente golpeada porque habría una menor demanda por las materias primas, es la prevención del Banco Mundial.
“La gran preocupación para América Latina no es solo la desaceleración en China, que nos compra cosas, sino el precio al que nos compra las cosas”, dijo Augusto De la Torre, economista jefe del Banco Mundial para la región. Es el mayor consumidor mundial de cobre.
Y su recomendación: “Saber cómo ahorrar, cuánto ahorrar y en qué invertir esos ahorros en el tiempo, y ahorrar no solo para estabilizar la economía, sino ahorrar para constituir activos en el futuro”.
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