La crisis mundial que se viene encima podría ser igual de grave a la desatada por la quiebra de Lehman Brothers.
La extraordinaria volatilidad de las bolsas mundiales ha dejado en el aire varias preguntas fundamentales: ¿qué tan grande es el daño? ¿Qué se puede esperar para la economía mundial? ¿Cómo deberían cambiar sus expectativas los empresarios en Colombia para acomodarse a lo que está ocurriendo?
Sin lugar a dudas, el escenario económico internacional cambió, con un sesgo fuertemente negativo. Al comenzar este año había un cuadro relativamente optimista, donde se podía apostar a una consolidación de la recuperación tras la recesión de 2008. Ahora, el diagnóstico se inclina hacia un patrón de “recesión de doble caída” (double-dip recession). La crisis de 2008 habría sido solamente el primer bajonazo y ahora la economía mundial parece estar avanzando hacia un segundo episodio. La pregunta es qué tan profundo será.
El número de expertos que visualizan un escenario de recaída aumenta cada día. Desde los más mediáticos, como Nouriel Roubini, hasta académicos que se han alejado de las declaraciones estrepitosas, como Kenneth Rogoff, creen que Estados Unidos tiene una alta probabilidad de ir de nuevo a una recesión. Instituciones como la Ocde y el Fondo Monetario Internacional están alertando sobre las altas probabilidades de una nueva crisis mundial.
Lo más grave es que ahora parecería haber menos instrumentos disponibles de política que en 2008. En ese momento, el tema que disparó la crisis fue la insolvencia de las grandes instituciones financieras. La solución fue dolorosa, pero al menos clara: salvar los bancos girando recursos fiscales.
Hoy, en cambio, el problema es la falta de confianza en los gobiernos de Estados Unidos y Europa para resolver sus problemas. Esto se ha traducido en drásticas caídas de la inversión y el gasto de las empresas que, a su vez, se reflejan en desempleo y muy bajos niveles de confianza de los consumidores.
No parece haber una solución viable de corto plazo. Los esfuerzos por entregar más liquidez a la economía de Estados Unidos parecen inútiles, porque las compañías tienen ya grandes recursos en caja y el problema está en que no se atreven a invertirlos porque no creen que el ambiente económico vaya a mejorar.
Los gobiernos de Estados Unidos y Europa han dado abundantes muestras de su incapacidad. En Estados Unidos, el bochornoso espectáculo del conflicto entre el presidente Obama y el Congreso en la negociación del techo de la deuda confirmó los peores temores. En Europa, la ambigüedad en el manejo de las crisis de los países de la periferia ha llevado a cuestionar todo el modelo de la Unión Europea.
Todo esto lleva a que en América Latina sea necesario prender las alarmas. Es verdad que estas economías tienen hoy una situación mejor a la que tuvieron en crisis pasadas, pues hoy esta región crece mientras los países del norte se frenan. Sin embargo, sería errado pensar que un país como Colombia está blindado ante este escenario de “doble recesión” global.
El lío con Estados Unidos
La mayoría de los analistas creen que las probabilidades de que Estados Unidos entre en la double-dip recession son de al menos 50%. El PIB creció tan solo 0,4% en el primer trimestre y 1,3% en el segundo. Entre tanto, el desempleo llega a 9,1%, equivalente a 13,9 millones de desocupados. El índice de actividad manufacturera (ISM) llegó a los mismos niveles de 2008 y se anticipa un decrecimiento de ese sector. La pérdida de riqueza en la bolsa de valores a lo largo del año va en 6,7% y la finca raíz sigue sin levantar cabeza después de casi cuatro años.
Mientras al comenzar el año se creía que la economía de Estados Unidos podía crecer 3,5% en 2011, hoy el consenso esperado es 1,5%. Hacia 2012, el banco JP Morgan ya recortó su pronóstico de 2% a 1,5%.
Los motores que deberían mover hacia adelante la economía no están funcionando.
El consumo muestra graves síntomas de debilidad. En junio, el gasto de los hogares tuvo su primera caída en dos años. El indicador de confianza de los consumidores en la economía cayó al mismo nivel de hace 30 años, al pasar de 63,7 en julio a 54,9 el mes siguiente.
En general, las familias sienten que han perdido riqueza. Los precios de la vivienda, que no reaccionan, y la volatilidad del mercado de valores, donde los norteamericanos mantienen buena parte de sus ahorros, contribuyen a incrementar la sensación de inseguridad económica.
Por su parte, la estrategia de devaluar el dólar para inducir la recuperación tampoco está dando resultados. La desaceleración europea y la difícil situación de Japón limitan la demanda por los productos de Estados Unidos.
Todo esto ha llevado a que sean cada vez más los economistas que ven la situación con pesimismo.
Lawrence Summers, ex secretario del Tesoro de Estados Unidos, estima que la probabilidad de que el país entre en fase recesiva es de 1 en 3. “El alivio pronto cederá paso a la alarma sobre el futuro económico y fiscal de Estados Unidos”, afirma. Para Goldman Sachs, la economía está peligrosamente cerca de caer al abismo. The Economist dice que la probabilidad de una doble recesión ha crecido de manera alarmante, empujada por la descalificación estadounidense y por la tormentosa aprobación del aumento del techo de la deuda y la debilidad y ambigüedad del acuerdo que la hizo posible.
Uno de los pesimistas es Kenneth Rogoff, profesor de Harvard, quien cree que la caída de Lehman en 2008 no generó simplemente una recesión, sino que desató la “segunda gran contracción” de Estados Unidos (la primera fue la de los años 30). Rogoff cree que lo que viene ahora es la continuación de este gran movimiento.
Según Rogoff, la contracción será mucho más larga y dolorosa que una recesión cualquiera. Mientras las recesiones son seguidas por recuperaciones relativamente rápidas, las contracciones son extensas y profundas. “Una contracción no se resuelve con austeridad ni con un plan de estímulo, porque obedece a un factor endémico profundo; en este caso, el enorme sobreendeudamiento de los hogares, las empresas y los Estados”. En su opinión, en el escenario más optimista, lo que viene para la economía gringa son varios años de crecimientos muy mediocres.
El gran temor es que se repita lo que sucedió durante la Gran Depresión. Tras la caída de Wall Street, en octubre de 1929, las acciones tuvieron varios meses de alzas. Luego, en la primavera de 1930, se inició la quiebra de varios bancos y las acciones volvieron a caer, con más fuerza. En 1931, la crisis financiera contagió Europa y en 1933 los bancos quebraron de forma generalizada. Lo más grave es que el proceso estuvo acompañado por elevadísimos niveles de desempleo, de 20% a 30%, y desencadenó crisis políticas en varios países.
El drama europeo
En el Viejo Continente, los esfuerzos están concentrados en contener la expansión de una crisis de deuda soberana que comenzó con el llamado grupo de los Piigs (Portugal, Irlanda, Italia, Grecia y España). Lo que en principio parecía ser una crisis de las economías de la periferia de la zona del euro, hoy se ha convertido en un problema que está cada vez más cercano al núcleo económico de la Unión. Primero fueron Irlanda y Grecia, pero hoy es claro que Italia y España corren también el riesgo de perder el acceso a los mercados financieros para sus papeles de deuda.
El principal riesgo para la zona euro es un efecto dominó desde los países pequeños hacia los grandes. La operación de salvamento de Grecia implicó un cambio en las reglas de juego que se fijaron desde los acuerdos de Maastricht, que son la base de la unión monetaria. En ese esquema, los países europeos acordaron tener una sola política monetaria y una sola moneda, pero mantuvieron la autonomía de sus políticas fiscales. En este frente, el compromiso era que cada uno mantendría la disciplina necesaria para limitar los déficits y hacer posible la unión.
Ahora, sin embargo, el Banco Central Europeo (BCE) ha tenido que salir a comprar papeles de deuda de las economías en problemas con el fin de evitar una desbandada en el mercado. En los hechos, esto significa que la función del BCE ya no es solamente de política monetaria, sino que asumió la tarea de cubrir las consecuencias de los déficits fiscales.
Pocos creen que el BCE pueda sostener ese papel si la crisis sigue extendiéndose. La deuda de Italia, por ejemplo, es tan grande que casi equivale al PIB francés. Nouriel Roubini, de la Universidad de Nueva York, sostiene que los recursos del Banco Central Europeo y del Fondo de Estabilidad Financiera pueden afrontar la crisis de Grecia, Irlanda y Portugal, pero no la de España e Italia. “Son demasiado grandes para poder ser rescatados”.
Los indicadores económicos no son buenos. Alemania, la locomotora de la Unión, empieza a mostrar señales preocupantes. En el segundo trimestre su PIB aumentó 2,8% frente al 3,2% esperado y por debajo del 5% registrado en el primer trimestre. Sus ventas industriales se estancaron, debido a que la demanda externa cayó 0,1%.
Esto hace que el apoyo político dentro de Alemania, para los rescates a países en problemas, sea cada vez más difícil de lograr. Este es el país más fuerte, pero también el que más pone en los rescates. Del fondo actual para este propósito, que tiene 440.000 millones de euros, Alemania aportó 120.000 millones de euros. En Francia las cosas están empeorando. Cada vez hay más temor por una caída de la economía francesa, con una crisis de alguno de sus bancos más importantes, que tienen grandes inversiones en deuda de los Piigs.
Así, la zona euro no alcanzaría ni siquiera el crecimiento de 1,4% pronosticado para este año. Por su parte, el Reino Unido lleva tres trimestres sin crecer y ahora está realizando un fuerte apretón fiscal, con lo cual su crecimiento se ajustará de nuevo hacia abajo. A eso se suma que el Banco de Inglaterra no puede bajar más las tasas de interés, pues la inflación ya está por encima de la meta de 5%.
La situación de Europa retroalimenta la crisis de Estados Unidos. Europa compra un cuarto de las exportaciones de Estados Unidos y sus más importantes compañías tienen grandes operaciones en norteamérica. Como dijo recientemente Alan Greenspan, ex presidente de la Reserva Federal, “Europa determinará el curso de nuestra recuperación económica”. Greenspan cree que la doble recesión depende más de Europa que de su propio país.
Complejidad explosiva
La gravedad de la situación aumenta si se tienen en cuenta los limitados instrumentos de política y el descontento social en los diferentes países.
En Estados Unidos, la FED inyectó US$600.000 millones y el gobierno gastó casi US$1 trillón desde 2008 con el fin de movilizar la economía, pero no ha sido posible reactivar el consumo. Las tasas de interés de la FED tampoco pueden bajar más, pues ya están cerca de 0%. Por su parte, el acuerdo que permitió subir el techo de la deuda incluye un recorte de gasto de US$2,1 billones, lo que será un freno adicional al crecimiento.
Tanto en Estados Unidos como en Europa, cada vez va a ser más difícil convencer a la gente de que es necesario rescatar a los bancos, a los que muchos miran como los responsables de esta debacle.
El descontento de la población es un problema creciente. La oleada de protestas ha contagiado a las masas en España, Inglaterra y Chile, y no cesa en el mundo árabe, en donde países como Siria siguen enfrentando enormes desafíos.
A todo esto, se suma la crisis de liderazgo. En Estados Unidos, Obama ha decepcionado por su incapacidad para manejar las minorías radicales e intolerantes en el Congreso. En Europa, la Unión tiene un liderazgo bicéfalo, débil e indeciso, en manos de Merkel y Sarkozy.
En lo económico, no hay una figura que tenga suficiente influencia como para calmar los mercados. Bernanke, el director de la FED, y Geitner, el Secretario del Tesoro de Estados Unidos, parecen estar demasiado desgastados por los débiles resultados tras el manejo de la crisis de 2008. Quienes fueron pesos pesados del gabinete de Obama, como Summers, Romer y Volker, se han alejado del Presidente. Hoy, nadie sabe quién es el economista de peso que lidera intelectualmente la política económica.
Sin liderazgo, es difícil imaginar un buen desenlace. Para el economista Barry Eichengreen, una de las principales variables que explican la prolongadísima recesión de los 30 fue la falta de cooperación entre los líderes de las economías de Estados Unidos, Inglaterra, Alemania y Francia. Algo similar parecería estar ocurriendo en este momento.
Colombia ante la crisis
América Latina tiene una situación relativamente positiva, pero sería ingenuo pensar que no se verá afectada. La Comisión Económica para América Latina (Cepal) estima que la crisis durará varios años y será más fuerte y prolongada que la anterior. La Cepal también alertó sobre riesgos financieros para América Latina, debido a que la región es hoy el segundo tenedor de activos en dólares, con reservas por US$700.000 millones.
Buena parte del desenlace para América Latina dependerá de lo que ocurra con China, que ha sido el gran impulsor del crecimiento de la región a través de sus compras de materias primas. Sin embargo, el crecimiento de la demanda de China no está garantizado.
China tiene hoy problemas inflacionarios y el índice de precios ya llega a 6,4%, mientras la meta para este año era de 4%. Como respuesta, ha cuadruplicado sus tasas de interés y no podría bajarlas mucho para protegerse de una doble recesión mundial. Nouriel Rubini opina que China es uno de los principales riesgos para la economía mundial, pues un muy alto porcentaje de su crecimiento económico se explica por las elevadísimas tasas de inversión. Roubini y otros analistas creen que esas tasas de inversión son insostenibles, pues una buena parte corresponde a inversión poco productiva, que jamás pagará sus costos. De frenarse China, en un contexto de recesión mundial, podría presentarse una compleja situación de inestabilidad política al interior de esa nación.
En Colombia, el Gobierno y los empresarios dan parte de optimismo ante la situación. El ministro de Hacienda, Juan Carlos Echeverry, mantiene su meta de crecimiento en 5% e incluso asegura que el país va rumbo a desbancar a Argentina en términos de influencia económica en la región. La Andi ve un crecimiento de 5,7% este año. El Banco de la República se mantiene en 5,5%. Echeverry y su colega de Protección Social, Mauricio Santamaría, prometieron que si la tasa de desempleo no está por debajo de 10% en diciembre renunciarán a sus cargos.
Andrés Pardo, de Corficolombiana, cree que el contagio dependerá de la magnitud de la desaceleración, pero “del resfriado no nos salvamos, el tema es que no se convierta en una gripa severa”. Según sus cálculos, si Estados Unidos sigue creciendo a las tasas actuales (entre 1,5% y 2% por cinco años) habrá un impacto innegable, pues más de la mitad de los productos que exporta Colombia van a ese país y a Europa. Si a esto se sumara una caída en los precios de las materias primas, como el petróleo –que afecta fuertenente los ingresos fiscales–, el crecimiento se resentiría.
El decano de economía de la Universidad de los Andes, Alejandro Gaviria, no ve muchos efectos sobre el sector real en 2011, debido a que Colombia está en un ciclo económico diferente al de los países desarrollados. Sin embargo, hacia 2012 prevé mayores ajustes, particularmente por dos vías: el precio de las materias primas y la confianza. Hoy la preocupación de Gaviria está en dos negocios: la venta de acciones de Ecopetrol y las empresas colombianas que, como Sura, estaban pensando acceder a los mercados internacionales para financiar sus operaciones.
Otro es el escenario si Estados Unidos se contrae y algún país de Europa entra en cesación de pagos. Ahí sí, el impacto sobre la economía sería similar al ocurrido en 2008.
A pesar del optimismo de los analistas, es necesario recordar que el antecedente de la crisis de 2008 muestra que la economía colombiana sí puede verse afectada por la desaceleración internacional.
El entonces ministro de Hacienda, Óscar Iván Zuluaga, afirmó que Colombia estaba blindada. Nada más lejano a la realidad. La inversión extranjera directa en el país pasó de crecer al 20% durante 2007, a contraerse durante varios trimestres y solo se recuperó en el primero de este año. Las remesas se resintieron y pasaron de crecer a un ritmo superior a 11% anual en 2008, a contraerse durante todo 2009 y gran parte de 2010. El peso se devaluó. En junio de 2008 la tasa de cambio estaba en $1.678, pero tras la caída de Lehman, comenzó una carrera ascendente que la llevó hasta los $2.575 en marzo de 2009. Las tasas de los TES se dispararon. El índice Igbc, que mide los precios promedio de las acciones y había arrancado en 2008 por encima de los 10.000 puntos, terminó en 7.500.
El precio del petróleo, que en julio del 2008 alcanzó los US$145 por barril, cayó a US$31 en diciembre de ese mismo año.
Como resultado, la economía pasó de crecer al 7%, al 1%. Si no cayó, al menos sí se frenó en seco. La crisis que viene nos va a afectar. Es necesario prepararse. El Gobierno debe acelerar sus programas de ejecución de obras con el fin de sostener la demanda. El Banco de la República haría bien en poner pausa a los incrementos de tasas de interés, e inclusive reconsiderar algunos de ellos. Los empresarios deben revisar hasta qué punto sus planes de crecimiento involucran niveles de endeudamiento que puedan ser difíciles de cumplir en un mercado internacional enrarecido.
Colombia tiene buenas bases para soportar una desaceleración de la economía de Estados Unidos, pero el tema puede complicarse si ella se extiende en el tiempo o si, como cree Kenneth Rogoff, en vez de una desaceleración ocurre una contracción en dicho país. Es indispensable tener los ojos abiertos a lo que pase afuera.
Fuente: dinero.com
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