miércoles, 15 de febrero de 2012

Conozca cuáles son las claves del éxito de Warren Buffett contadas por él mismo


El CEO de Berkshire Hathaway analiza con sumo detalle cuáles son los factores que debe tener en cuenta un inversor al momento de decidir qué hacer con su dinero. Destaca además la fuerte depreciación que sufrió el dólar desde el año 1965
Por Rubén Ramallo
    "No compren bonos ni participaciones relacionadas con divisas. Están entre los activos más peligrosos". Warren Buffett, el tercer hombre más rico del mundo según la revista Forbes ha hecho esta advertencia en su carta anual a los accionistas.
    Publicada en Fortune, la misiva del empresario de 81 años es un alegato contra este tipo de inversiones. 

    Además, cuestiona la compra de oro en condiciones de mercado como las actuales. Y, como alternativa, propone invertir en la bolsa.
    El empresario, que cuenta con una fortuna estimada en u$s40.000 millones de dólares, sostiene que las tasas de interés a nivel global están demasiado bajas.
    A punto tal que el magnate advierte que ciertas inversiones "no compensan el riesgo que se asume". "Ahora mismo", explica, "los bonos deberían venir con una etiqueta de advertencia".

    Los 20 consejos de Buffet 
    Buffet es actualmente uno de los hombres más rico del planeta. Pero, ha diferencia de otros millonarios, ha hecho la mayor parte de su fortuna vendiendo y comprando acciones de empresas cotizantes en bolsa, y no de la actividad empresarial como tal. 

    El llamado "Oráculo de Omaha", conocido así por su ciudad natal, empezó con 100 dólarespropios más otras sumas de dinero aportadas por sus propios familiares. 

    El  interés por los mercados bursátiles lo heredó de su padre, de nombre Howard, que fue corredor de bolsa y miembro del Congreso norteamericano.

    Sus consejos y recomendaciones son seguidas muy de cerca por los inversores de distintas latitudes del mundo y los mismos pueden resumirse de la siguiente manera:

    En Estados Unidos aseguran que una premisa muy exitosa para Buffet ha sido la del "value investing". Esto es, comprar compañías infravaloradas (pero con buen historial, ventajas competitivas e imagen de marca consolidada) y tener la paciencia suficiente para esperar que dicha firma crezca en su valor patrimonial.
    La carta a los accionistasComo suele suceder año a año, Wall Street la esperaba con enorme expectativa. 

    Es que en su tradicional carta anual dirigida a los inversores de su compañía líder, Buffettdescribe en pocas palabras su estrategia reciente y sus expectativas para el próximo período. 
    El texto completo de la nota es el siguiente:
    Con frecuencia se describe el acto de invertir como el proceso de desembolsar dinero con la expectativa de recibir una mayor cantidad en el futuro.
    En Berkshire Hathaway tenemos un enfoque más exigente. Definimos la inversión como latransferencia del poder adquisitivo a otros hoy, con la idea de mejorar el poder adquisitivo en el tiempo.
    Es decir, invertir es renunciar al consumo actual a fin de contar con una mayor capacidad para consumir luego.
    Los activos pueden fluctuar mucho en su precio y aún así no presentar riesgos, siempre y cuando se tenga la certeza razonable de que los mismos irán mejorando el poder adquisitivo durante su periodo de tenencia. Asimismo, si no fluctúa puede incluso estar plagado de incertidumbres.
    Las oportunidades de inversión son muchas y variadas. No obstante, existen tres categorías principales. Y es importante entender las características de cada una.
    Las inversiones que están denominadas en una moneda determinada incluyen los fondos del mercado de dinero, los bonos, las hipotecas, los depósitos bancarios y otros instrumentos.
    Se piensa que la mayoría de los desembolsos vinculados con las divisas son apuestas seguras. Pero, en realidad, se encuentran entre los activos más peligrosos.
    A lo largo del siglo pasado estos instrumentos han destruido el poder adquisitivo de los inversionistas en muchos países, a pesar de que los titulares de esos activos recibieran el pago oportuno de los intereses y del capital. Por otra parte, ese desagradable resultado se repetirá siempre.
    Los Gobiernos determinan el valor final del dinero y las fuerzas del mercado algunas veces hacen que las decisiones graviten hacia políticas que generan inflación. Cada cierto tiempo, dichas políticas quedan fuera de control.
    Incluso en Estados Unidos, donde es fuerte el deseo de una divisa estable, el valor del dólar ha perdido un asombroso 86% desde 1965. Hoy se necesitan 7 dólares para comprar lo que en esa época se adquiría con un dólar.
    Cabe destacar que el la divisa estadounidense puede llevar impresa la leyenda "In God We Trust" (En Dios confiamos) pero la mano que activa la imprenta es demasiado humana.
    Por supuesto, elevadas tasas de interés pueden compensar a los compradores por el riesgo inflacionario que corren cuando realizan inversiones vinculadas a una moneda y, en efecto, las tasas registradas a principios de los años 80 cumplieron bien esa labor.
    Sin embargo, los rendimientos actuales no compensan ni de lejos el riesgo que se asume en términos de poder adquisitivo. 

    Bajo las condiciones actuales, por tanto, no me gusta este primer tipo de inversión denominada en divisas. 

    En mi empresa, la necesidad de abundante liquidez ocupa un lugar central y nunca será soslayada, sin importar cuán inadecuadas sean las tasas. 

    Para satisfacer esa necesidad, poseemos en primer lugar bonos del Tesoro estadounidense, la única alternativa que puede ofrecer liquidez bajo condiciones económicas adversas.
    Asimismo, solamente compramos tenencias vinculadas con divisas si ofrecen la posibilidad de una ganancia inusual.
    La segunda gran categoría de inversión consiste en activos que nunca generarán nada, pero que el comprador adquiere con la esperanza de que otra persona -que también sabe que los mismos siempre serán improductivos- pague más por ellos en el futuro.
    Por ejemplo, en el siglo XVII los tulipanes se convirtieron -por un breve periodo de tiempo- en la tenencia favorita para este tipo de compradores.
    Esta inversión exige un creciente número de adquirientes quienes, a su vez, se ven tentados a desembolsar dinero porque piensan que el volumen de interesados continuará aumentando todavía más.
    A los titulares de estos activos no les atrae lo que éste en sí mismo pueda producir, sino que los mueve la creencia de que otros lo desearán, incluso con mayor avidez en el futuro.
    El principal exponente de esta categoría es el oro, un gran preferido por los inversionistas.
    Las compras seguras son las accionestierras agrícolas y viviendas, continúa diciendo el CEO de Berkshire Hathaway, quien sostiene que los inversionistas se equivocan al refugiarse en ese metal.
    Tiene dos defectos importantes, pues no es de mucha utilidad ni es proactivo. Es verdad que posee cierta utilidad decorativa y es de uso industrial, pero la demanda para estos fines es limitada.
    Lo que motiva a gran parte de los compradores de oro es su creencia de que crecerán las filas de los temerosos. Durante la década pasada, dicha creencia se vio confirmada.

    Pero más allá de esa circunstancia, la propia alza en los precios ha generado un entusiasmo adicional por el metal, atrayendo compradores que interpretan las subas como la confirmación de sus tesis de inversión.
    A medida que los inversionistas "bandwagon" (los que se suben al tren) se unen a cualquier fiesta, crean su propia verdad por un tiempo.
    En los últimos quince años, tanto las acciones de Internet como las del sector de vivienda han demostrado los extraordinarios excesos que pueden crearse al combinar una tesis inicialmente razonable con un aumento en los precios harto publicitado.
    En estas burbujas, un ejército de inversionistas originalmente escépticos sucumbió a la "prueba" aportada por el mercado y el volumen de compradores se amplió lo suficiente como para mantener el tren en marcha.
    Pero las burbujas muy infladas inevitablemente estallan. Y entonces el viejo proverbio se confirma una vez más: "Lo que el tonto hace al final, el sabio lo hace al principio."
    Actualmente, las reservas mundiales de oro suman alrededor de 170.000 toneladas métricas. Si todo eso se fundiera, se formaría un cubo de aproximadamente 68 pies por cada lado y cabría cómodamente dentro de un campo de béisbol.
    Si el precio aproximado es de 1.750 dólares la onza su valor ascendería a 9.6 billones de dólares. Llamemos a este cubo la pila A.
    Ahora imaginemos una pila B, que cueste la misma cantidad de dinero. Para ello, compraremos toda la superficie cultivable de Estados Unidos (400 millones de acres con una producción anual de alrededor de 200,000 millones de dólares) más, aparte, 16 Exxon Mobil (la compañía más rentable del mundo, que gana cerca de 40,000 millones de dólares al año).
    Luego de realizar estas compras, todavía nos sobraría un billón de dólares. ¿Te imaginas a un inversionista, que con 9.6 billones de dólares en el bolsillo, elija la pila A en lugar de la B?
    Dentro de un siglo, los 400 millones de acres de tierras cultivables habrán producido enormes cantidades de maíz, trigo, algodón y otras cosechas - y continuarán generando esa valiosa abundancia, cualquiera sea la moneda que circule.
    Exxon Mobil probablemente habrá repartido billones de dólares en dividendos a sus propietarios, y también tendrá activos valorados en varios billones más.
    Las 170,000 toneladas métricas de oro, por el contrario, no habrán cambiado de tamaño y seguirán siendo incapaces de producir nada. Puedes acariciar la pila dorada, pero no te responderá.
    Hay que admitir que, cuando la gente del próximo siglo tenga miedo, es probable que muchos aún se lancen a comprar ese metal. No obstante, estoy seguro que durante ese siglo la actual valoración de la pila A crecerá a un ritmo muy inferior al alcanzado por la pila B.
    Estas primeras dos categorías de inversión gozan de máxima popularidad en los momentos de mayor temor: el terror al colapso económico mueve a los inversionistas hacia los activos vinculados a divisas, en particular la deuda estadounidense, y el temor al derrumbe de la moneda alienta el movimiento hacia los activos estériles, como el oro.
    Personalmente, prefiero la tercera categoría: la inversión en activos productivos, ya sean empresas, explotaciones agrícolas o bienes raíces. Idealmente, deberían tener, en tiempos de inflación, la capacidad de entregar resultados que conserven su poder adquisitivo sin requerir a la vez que se invierta en ellos más capital.
    Las tierras de cultivo, las propiedades inmobiliarias y numerosas empresas, como Coca-Cola o IBM.
    En otras compañías, piensen por ejemplo en servicios públicos regulados, la inflación ocasiona que requieran nuevo capital.
    Para ganar más, los propietarios de estas firmas deben invertir más. Y, pese a ello, estas inversiones siguen siendo mejores que los activos estériles o los  vinculados a divisas.
    No importa que la moneda del próximo siglo esté basada en oro, dientes de tiburón o un trozo de papel (como ocurre hoy), las personas estarán dispuestas a intercambiar un par de minutos de su trabajo diario por una Coca-Cola o un producto tecnológico.
    En el futuro, la población moverá más bienes, consumirá más alimentos y requerirá más espacio para vivir que ahora. La gente siempre intercambiará lo que ella produce por lo que otros generan.
    Las empresas continuarán ofreciendo con eficacia los bienes y servicios deseados por los ciudadanos. Metafóricamente, las "vacas" del comercio vivirán por siglos y cada vez darán más "leche".
    Creo que, durante periodos de tiempo prolongados, esta categoría de inversión será la ganadora de las tres analizadas. Y lo que es más importante, será la más segura.

    No hay comentarios:

    Publicar un comentario