El liderazgo de un país en el globo puede ser medido por la capacidad de influencia que tiene sobre otros, para que sus comportamientos o acciones se imiten y puedan así transformarse en una tendencia.
En este sentido, desde la posguerra de la Segunda Guerra Mundial hasta inicios del siglo XXI, Estados Unidos mantuvo un liderazgo casi indiscutido en lo relacionado con las políticas económicas que tenían repercusiones colaterales.
Desde el pacto de Bretton Woods hasta el abandono del patrón oro, la paridad del dólar con el metal amarillo era el vehículo para ejercer la influencia de la divisa estadounidense sobre el resto de las monedas mundiales.
La ruptura de la relación dólar/oro, formalmente en el año 1973, no deterioró la influencia de Estados Unidos alrededor del mundo. Sin ir más lejos, se intensificó el uso del dólar estadounidense como moneda de cambio en el comercio exterior mundial, mientras que crecía la dependencia de muchas economías florecientes con el país del norte.
Sin embargo, a comienzos del siglo XXI este paradigma comenzó a perder fuerza. El fracaso de las políticas neoliberales inducidas por Estados Unidos y que se aplicaron a una gran cantidad de economías latinoamericanas y la creciente participación en la actividad global de economías emergentes de gran peso fueron dos de los factores a considerar para explicar los cambios que se venían.
Si bien la principal referencia de las economías emergentes era China, por su vigoroso crecimiento y su mayor influencia en las decisiones globales, también otros países adquirieron relevancia. Rusia, India y Brasil son ejemplos concretos. Estas naciones, sumadas a China, conforman el BRIC, uno de los bloques económicos más importantes en la actualidad.
La crisis inmobiliaria de 2007 que se originó en Estados Unidos y los problemas sistémicos que enfrenta la Unión Europea terminaron de apuntalar este proceso de cambio. Para el año 2025 se espera que la contribución al PBI mundial de las economías emergentes supere al de las economías desarrolladas.
Lo que China ve y el resto no percibe
La debilidad económica actual de Estados Unidos tiene su origen en el descontrol fiscal que se verificó en sus cuentas públicas a partir de las guerras libradas en Irak y Afganistán. La crisis interna de 2007 obligó a redoblar los esfuerzos fiscales y el gasto continuó con una escalada alcista sin precedentes.
El déficit fiscal actual del país del norte es superior a 10% de su PBI mientras que la deuda pública supera en valor a toda la economía estadounidense.
El abismo fiscal, del cual nos hemos ocupado en el newsletter de la semana pasada, es sólo un aspecto adicional del gran problema sistémico que enfrenta esa nación y que se vincula con su capacidad de repago de su deuda.
Un país que permanentemente gasta más de lo que le ingresa no es viable en el mediano plazo y esto es algo que, tarde o temprano, impactará sobre el valor del dólar.
Es erróneo pensar que Estados Unidos puede dejar de pagar su deuda, ya que es el único país del mundo que puede emitir dólares. Lo que no es erróneo es pensar que cuando esa deuda sea repagada el valor de la moneda presente un nivel irrisorio.
Algunos señalan que este escenario -de concretarse- está muy lejano en el tiempo. Otros atribuyen mayores probabilidades. Lo cierto es que China se está anticipando a muchos países y este gráfico lo demuestra:
Mientras que los principales tenedores de deuda del Tesoro estadounidense han incrementado su exposición en los últimos doce meses, China la ha disminuido en casi 9%. Es cierto que el país asiático es el principal inversor con tenencias de deuda estadounidense, pero la dinámica de incrementar año tras año sus inversiones en esos activos ha llegado a su fin.
¿Acaso el Banco Popular de China está esperando una explosión de la deuda del Tesoro? No lo sabemos, pero la estrategia es clara: minimizar los riesgos a través de la diversificación.
¿Quién es el favorecido con esta movida?
El oro se encamina a cerrar su undécimo año consecutivo de suba en forma ininterrumpida. Quizás esto nos ayude a develar parte del secreto.
China es uno de los países que más oro ha acumulado en los últimos diez años. No sólo el Banco Popular de ese país lo ha hecho para diversificar sus reservas, sino también los ahorristas.
Pero el gigante asiático no está solo en esta cruzada. Un informe reciente del Fondo Monetario Internacional indica que Rusia, Brasil, Kazajistán y Turquía han incrementado fuertemente sus reservas del metal precioso en el mes de octubre, profundizando la tendencia de mayor demanda.
Para algunos, la diversificación es la clave del éxito.
No es una verdad revelada. Pero al menos, si su fondo de pensión y retiro o fondo mutuo tiene una excesiva participación en deuda estadounidense y limitadas cantidades de oro, es una señal que no debería pasar por alto.
Fuente: Inversor Global