miércoles, 22 de junio de 2011
Vuelve el fatídico péndulo cambiario
Lunes 16 de Mayo de 2011 10:50 Orlando J. Ferreres para La Nacion Online
Competitividad y tipo de cambio. La convertibilidad fue acusada de tener un tipo de cambio atrasado que habría provocado en la década del 90 un gran déficit de la balanza comercial, el deterioro y quiebra de muchas empresas argentinas y un aumento significativo del desempleo.
Para salir de aquella situación se llegó a la devaluación del tipo de cambio (bajo el nombre: "salimos de la trampa de la convertibilidad" o "volvemos a ser un país normal") que logró hacer mas "competitiva la industria argentina". Estas medidas fueron apoyadas tanto por los sectores empresarios como por los dirigentes sindicales. Los gremios más opositores al oficialismo sindical y a los "gordos" utilizaban el eufemismo "estamos de acuerdo en recuperar la política cambiaria" para justificar la devaluación. O sea que todos apoyaron una importante caída de los salarios en dólares.
Posteriormente, un "pilar del modelo económico actual" fue el tipo de cambio real alto, que básicamente significa salarios reales bajos en dólares. Esto favorecía la actividad tanto de las industrias competitivas como de las no competitivas al tener un tipo de cambio real más alto que el de equilibrio de largo plazo.
Es sabido por la experiencia internacional, y por la nuestra propia en el pasado que, en el largo plazo (dentro de los 60 meses) el tipo de cambio real vuelve al nivel de equilibro, como si fuera un péndulo porfiado, si no hacemos nada importante para cambiar la productividad. Es decir, los precios en dólares vuelven, dentro de ese lapso, aproximadamente a ser los mismos que antes de la devaluación.
Costo salarial en dólares. Veamos la elocuencia de las cifras. Durante la convertibilidad el salario medio mensual sujeto a aportes era de unos 940 dólares por mes, nivel que se mantuvo bastante estable por varios años. En esa década del 90 los salarios en Brasil estaban en los 400 dólares por mes, lo que dificultaba las exportaciones nuestras a ese mercado y también al resto del mundo.
Con la devaluación "competitiva" de 2002 se logró tener costos más bajos. Uno de los principales costos es el salarial que cayó de los 940 dólares por mes a 300 dólares por mes, por trabajador. La contrapartida fue que la pobreza aumentó de un 34% a un 56% de la población. Se estima que un 20 % de clase media pasó a clase baja: fueron los nuevos pobres. Progresivamente, la pobreza ha retornado a las cifras de fines de los 90 tomando en cuenta el nivel de precios real de las cosas, aunque desde que se aceleró el ritmo del aumento de precios, esa reducción de la pobreza no ha seguido su tendencia descendente.
En los últimos años el costo salarial no fue acompañado por el mismo ritmo de corrección del tipo de cambio, por lo cual nos encarecimos en dólares. Esto dificulta la exportación de muchos sectores, y facilita la importación ya que no hubo inflación internacional y sí en los costos locales. Por suerte también se encareció Brasil aunque, a pesar de eso, tenemos un déficit comercial descomunal con ese país.
¿Cuál sería la solución para salir de esta repetición compulsiva, dado que volvemos a tropezar otra vez con la misma piedra? Hay que recordar que no se obtiene competitividad duradera por medio de la devaluación. La licuación de los costos da una ventaja de unos 3 a 5 años, en los que hay que hacer cambios significativos o se vuelve a caer en lo mismo.
La solución definitiva es el aumento de productividad por trabajador ocupado, es decir, que cada uno produzca más bienes y servicios y así aumente, realmente, el nivel de bienestar económico por persona.
¿Cómo se logra esto? Es totalmente conocido que requiere inversiones masivas y un nivel de educación más elevado. Es lo que hicieron Brasil o Chile durante algunos años y lograron cambiar la historia, que hoy se realimenta con la credibilidad lograda. Ahora, si nosotros nos aliamos con los que no pueden invertir en la Argentina, si molestamos a las empresas de mayor competitividad, si no cuidamos la continuidad de las reglas del juego económicas, si perseguimos a los que nos brindan las divisas para financiar nuestra transformación estructural, es difícil que podamos salir del péndulo fatídico. Pero es posible, es deseable, es necesario salir de ese péndulo interminable.
La población espera ese cambio definitivo de la Argentina. Prueba con distintos políticos, pero a éstos solo les interesa el poder personal unido a ideas viejas que no dieron ni dan resultado. Esperemos que hayamos aprendido la lección. De lo contrario, en poco tiempo más, los personajes de siempre van a acusar a la actual política económica de haber destruido a la industria y arruinado el interior del país, como le pasó a la convertibilidad. Y si bien el resultado puede ser ése, no será cierto, en ninguno de los dos casos, que fue por el atraso cambiario sino por causas más profundas, como puede ser un gasto público no sustentable.
El verdadero cambio es el aumento de la productividad, las cadenas de valor, no las meras maniobras con variables macroeconómicas. El desafío es mantener el nivel salarial logrado con aumentos de productividad y no su licuación, como han sido las falsas soluciones del péndulo pasado.
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